Nuevamente llegó ese momento de decir adiós, de decir hasta
pronto.
Mi segundo año del Máster ha terminado y es hora de decir adiós
al que fue mi hogar los últimos 10 meses: Gijón, Asturias.
Gracias por todos los gratos recuerdos y también por los no
tan gratos, por los dulces sabores y los amargos, por las bajadas y las
subidas, por todo lo que gané y por todo lo que perdí, pero sobretodo por todo
lo que aprendí.
Hay tantas personas que entraron a mi vida este año, algunas
se quedarán en ella, otras no. De estas muchos quedarán plantados en mi memoria,
mientras que algunas otras memorias desvanecerán; pero me gusta pensar que
todos los que pasaron por mi camino me dejaron alguna enseñanza. Hay con
quienes me hubiera gustado pasar más tiempo, hay con quienes después de haber
pasado mucho tiempo me hubiese gustado no fuera así, pero él hubiera no existe.
Gracias a mis compañeros de clase, a mis compañeros de piso,
a mis maestros, a mi familia, y a todos los que estuvieron ahí cuando más los
necesité.
Gijón, no sabes cuánto me gustaría decir que siempre fui
feliz en tus brazos, pero tristemente no lo fue: la vida es una montaña rusa
con pendientes positivas y negativas para darle sabor a la receta con una pizca de sal y otra de azúcar. Dejo en ti
un pedacito de mi alma y con ello un pedacito de mí, los cuales espero algún
día poder visitar.
Gijón, me voy de aquí pero te llevo por siempre en mi
corazón.